sábado, 18 de febrero de 2017

Nos hemos mudado.

Así es. Nos hemos mudado.
El Rincón del Efímero ahora ya no está en blogspot, si no en wordpress, debido a la nefasta actualización de blogger he decidido cambiarme. He exportado todas las entradas del anterior blog a este y además las he digitalizado en tres pdf's que subiré próximamente.
Esta entrada se subirá tanto al blog antiguo, el que aún sigue abierto en blogspot, como al de wordpress, y es una entrada meramente informativa.
Si estás leyendo esto desde blogger... Sígueme en wordpress, y si lo haces desde wordpress pues ya sabes, sígueme también para estar al tanto de todo lo que suba.
    Un saludo, 
                       Efímero.

miércoles, 18 de enero de 2017

Cosmos.

Quiero compartir contigo la barrera del sonido,
que el cosmos sea nuestro patio de sábanas,
que el mundo reluzca entre nuestros besos,
y agonice ante nuestras lágrimas,
juntar el hambre con las ganas,
hacer que cada día
sea la sombra del anterior,
llevar la locura al siguiente punto,
convertir cada minuto juntos
en uno feliz,
llegar al final de la noche
y que el mundo palidezca,
estamos lejos,
sentimos nostalgia,
así que él también.

Quiero que recordamos el cosmos,
siempre juntos y descalzos,
sin pensar en pincharnos,
sin pensar en caer,
sin pensar,
simplemente juntos,
únicamente un final feliz.

lunes, 9 de enero de 2017

Cometa Halley.

El amor es como el cometa Halley, pasa cada setenta y tantos años alrededor de la tierra (a veces menos, a veces más) y deja a las gentes impresionadas con su belleza y su maravillosidad.
Deja ese regusto agridulce en el paladar y el corazón de las gentes lleno de ilusión ya que maldita sea, lo han visto, lo han vivido, y quién sabe cuando volverá a ocurrir.
Hay amores eternos, y son cometas que no paran de circundar la tierra, hay amores que se quedan dentro del corazón, esos que te llenan de ilusión ya que los ves caer cada noche.
Halley es como el amor. Puede pasar por primera vez en la vida de alguien y por segunda vez al final de esta, haciendo así que todo sea cíclico y bello.
Es tan viejo como el mundo, y lo es así también el amor que existe desde que la luz es luz y la tierra es tierra. 
El cometa Halley es como aquella Musa que llega, se queda y jamás se va (si es que estas Musas existen. Espero que sí.)
Es como el amor mismo, sin ir más allá.
Y tú, tú eres mi cometa Halley y esto que siento por ti no tiene igual.



                            Efímero.
                                      09-01-17 / 0:25.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Serendipity. PARTE I.

 De forma irónica me llaman Sluj, lo que viene a ser oído. Y sí, digo irónica porque oír es lo único que puedo hacer.
Los dioses lo han querido así, han querido que yo no sea más que un tullido que vive en medio del bosque y cuya única cualidad es oír.
Miremos el lado bueno, al poder oír puedo imaginarme lo que me rodea e incluso escuchar eso que las gentes llaman música. Dicen que hace sentir cosas inexplicables pero... A mí no me lo ha hecho. Jamás he sentido nada aparte de dolor físico cuando de pequeños los otros chicos del orfanato me pegaban palizas.
Esos buitres sabían que si no hablaban no podría chivarme de quiénes habían sido a la directora, aunque fue un gran error. Con el paso del tiempo me familiaricé con la respiración y los latidos del corazón de cada uno de mis compañeros y así podía identificarlos sin oír sus voces.
Por ejemplo, el líder de todos ellos, Frey, tenía una leve arritmia y además cuando respiraba demasiado fuerte a causa de la excitación de pegarme a mí u a otro sonaba como un maldito puerco ahogándose.
Diría que lo odiaba, pero estaría mintiendo, como ya he dicho jamás he sentido nada, otra de las divertidas maldiciones que los malditos dioses echaron sobre mí.
Creo que soy algo así como su títere, como un juguetito para ellos, o quizás un experimento. Se divierten viéndome 'sufrir', es algo que tengo muy claro, y lo tuve aún más cuando huía de aquel infecto lugar en el que me crié con quince años para esconderme en el bosque. La primera noche en él casi me matan.
Un par de asaltacaminos me atacaron e intentaron robarme, el problema es que no llevaba nada encima aparte de la ropa con la que había huido. Me dejaron desnudo en una zanja mientras llovía, casi me da una hipotermia.
Algunas horas después oí como las ruedas de un carruaje y los cascos de unos caballos pasaban por mi lado y de repente se paraban en seco. Conocía aquel ruido, era el del carromato de un mercader.
La diferencia entre los carros de los vendedores y los que usan los burgueses para transportarse es que cuando los del primer tipo frenan se escucha un fuerte 'clac', sin embargo entre los petimetres y adinerados lo que suena es un 'clic, clec' sin dejar apenas el margen de medio segundo entre ambos.
Oí como alguien se apeaba del vehículo y después sentí su mano sobre mi brazo del cual tiró hasta ponerme en pie para después colocar sobre mis hombros una manta.
Como supe más tarde aquel hombre era ciego y me enseñó algo que hoy día me ha enseñado a ver.
Se llamaba Karl y era un vendedor ambulante de pieles. Para vender pieles no le hacía falta verlas, simplemente con tocarlas ya podía saber la calidad de estas. Intentó enseñarme el negocio, quería un ayudante, el problema era que mi 'maldición' también actuaba ahí. Para mí todo lo que tocaba era igual, desde la más áspera piel hasta la más suave seda, de hecho, sentía lo mismo al tocar un barril de cerveza que al tocar el pecho de una dama desnuda.
Karl me enseñó a ver los días de lluvia como aquel en el que me había rescatado.
Cada gota caía en un lugar específico y si me concentraba podía crear en mi cabeza un mapa del lugar gracias al sonido de las gotas al impactar.
El día en que empezó todo llovía, llovía como si se fuese a acabar el mundo, pero entre las ramas de los árboles entró una suave brisa que me llamaba, una brisa que casi podía decirse que llevaba mi nombre.
No sé por qué pero la seguí, la seguí hasta llegar a un claro en el bosque por cuyo centro podía oír como corría un pequeño riachuelo.
Allí había alguien, puedo oírlo respirar.
Por la suavidad en que respiraba y su cautela era una mujer, una mujer que como pude ver cuando tracé el mapa de lluvia sobre ella llevaba un instrumento musical en las manos. Una vez Karl me había descrito aquel instrumento y me había dicho su nombre, un laúd.
* * *
La chica del laúd se llamaba Chustvo y quizás por el azar o porque los dioses titiriteros lo quisieron era otra de los seis malditos.
Ella carecía de los cinco sentidos, ver, oír, sentir el tacto de algo, poder saborearlo y olerlo, pero tenía lo que quizás para algunos es lo más importante y de lo que los demás carecían, podía sentir desde el más profundo amor a la más honda cólera.
Muchos la consideraban una muerta en vida por no tener ninguna de aquellas cinco cosas básicas pero lo que no sabían es que ella podía saber como era un lugar con solo concentrarse.
Sentía la tranquilidad de aquel bosque y del hombre que tenía frente a ella a pesar de no poder verlo, oírlo u olerlo.
Podía sentir como el agua fluía con normalidad unos metros hasta que se topaba con un tronco que había caído sobre su camino y le obstruía parte del paso, y podía sentir como los pájaros cantaban a su alrededor, pero lo que más le gustaba sentir era la música, la música que salía de sus estúpidos dedos que cuando tocaban la cuerda del laúd simplemente no sentían nada.
La chica aguardó hasta que sintió como Sluj se tranquilizaba y decía algo. No pudo saber el qué, pero lo dejó estar. Podía saber que eran palabras tranquilas, ninguno de los dos estaba asustado.
Chustvo colocó su laúd con cuidado y comenzó a tocar mientras tatareaba sin darse cuenta. Habría cantado, pero no conocía ninguna palabra y mucho menos alguna canción.
La joven sentía como aquella hermosa música corría por sus venas haciendo que su corazón latiese a mil, podía sentir como la felicidad abrumaba aquello que tenía en el pecho y lo extendía por todo su cuerpo haciendo que ella misma se estremeciese sin siquiera poder oírse.
Podía sentir como el joven del claro movía la cabeza al son de su música mientras la oía con extremo cuidado, quizás él también la estuviese sintiendo.
Podía sentir como el mundo desaparecía a su alrededor dejándola a ella sola con aquel instrumento en un mundo aún más oscuro a su alrededor del que había antes sus ojos, y entonces se oyó.

Oyó como su propia música sonaba y su laúd cayó al suelo rompiéndose en mil pedazos. Era la primera vez que se oía y no podía creérselo, no pudo creérselo hasta el punto en que se desplomó. Se cayó de espaldas mientras dejaba de sentir el peso de su instrumento entre las manos y mientras en su mente aparecía una gran fascinación e incredulidad. ¿Por qué? Eso era lo único que podía preguntarse aquella chica mientras caía inconsciente en los brazos de Morfeo para que el chico que sólo podía oír corriese hacia ella y la abrazase con fuerza con lágrimas en los ojos. Él también había sentido, por eso lloraba. Era la primera vez que lloraba.

miércoles, 12 de octubre de 2016

La cosmogonía de mi ser.

Estoy triste. Te echo de menos. Quiero un abrazo.
Ni me preguntes por qué estoy triste, ni yo mismo lo sé. Simplemente estoy triste.
Es de esos días en que el corazón se te encoge y se vuelve un poquito más gris, de esos días en que simplemente tienes las lágrimas apunto de desbocarse de tus ojos sin venir a cuento.
He llorado, bueno, no como tal, tan solo se me han escapado un par de lágrimas.
Le atribuyo este día triste al resfriado, sí, se supongo que será eso. Estar resfriado por primera vez en este frío que se aproxima, estar ahogándome en mis propios fluidos y sin ganas de mover un solo dedo.
Debería estar leyendo a Robespierre y a Washington, estudiando para un examen de Historia, o comentando un texto de las Cosmogonías, pero qué más da. Qué más da eso ahora, en este día gris sin sentido.
Quizá debería terminarme el libro que reposa sobre mi mesita de noche, total, no tengo nada mejor que hacer que eso.
Me gustaría huir a un mundo imaginario, huir lejos y no mirar atrás, sin tener que preocuparme por nada ni por nadie. Ese sería mi sueño hoy, no sé. Me gustaría por un instante estar lejos de aquí, estar en otro lugar en el que la noche fuese perpetua y la felicidad palpable.
Eso es todo, quizá podría contar más cosas pero sinceramente no me apetece, sinceramente solo tengo ganas de seguir durmiendo para despertarme cada media hora y acabar mirando al techo.

miércoles, 31 de agosto de 2016

La bruja.

He estado recordando.
He estado recordando cosas de cuando tenía cinco años, o seis, quizás siete, no lo sé. Es irrelevante.
Recuerdo, y mis padres me recuerdan, que a veces, de noche, con las luces apagada gritaba: "¡La bruja, la bruja!"
No recuerdo como era la bruja. Solo recuerdo que cuando la veía me giraba, le daba la espalda y gritaba. Aunque algunas veces sólo podía intentarlo. Se me cerraba la garganta, me ahogaba y comenzaba a ponerme nervioso hasta el punto en que se me inmovilizaba el cuerpo.
Una noche fui a entrar en mi cuarto, el interruptor estaba muy alto para mi estatura de aquel momento y tenía que subirme a mi cama, una litera, para poder encenderla. Algo me oprimió el tobillo y salí corriendo. Aquella noche no dije nada a mis padres, simplemente dormí con ellos sin dar ningún motivo.
Algunas noches la oía, la veía acercarse a mí por la ventana de la cocina que estaba frente a la puerta de mi cuarto. Mi cuarto no tenía ventanas. Daba miedo.
En cierto punto de mi vida no sé si fue un sueño o de verdad lo viví, pero tendría unos nueve años y ningún tipo de deseo sexual en mi cuerpo pero tuve mi primera conversación con la bruja. Le prometí que tendría sexo con ella en dos o tres años si me dejaba en paz. Fue una proposición irreal, casi irrisoria. ¿Un niño de nueve años proponiendo sexo a cambio de paz? A día de hoy no me lo creo. Quizás sea un producto de mi subconsciente ahora, siete años después.
Meses después de ese trato me mudé. Me fui a una casa en una urbanización perdida en medio de la autopista y el bosque.
Recuerdo la primera noche, la paz del lugar. Ni el sonido de ningún coche. No podía dormir, demasiada tranquilidad en un lugar nuevo, con mucho espacio para mí y una ventana en la habitación.
No sé cuando, quizás aquella noche, quizás algunas noches después, pero la bruja reapareció. Habían pasado meses desde nuestro pacto, quizás un año, y ella volvió a mi vida. Me preguntó que porqué huía de ella, que si pretendía escaparme e incumplir nuestro pacto. Le dije que no, que me dejara, por favor, que me dejara.
Ella no volvió a aparecer hasta dos años después. Apareció, y yo ya no me acordaba de ella. La había bloqueado en mi cerebro.
Recuerdo quedarme paralizado en la cama, la puerta de mi habitación estaba abierta y a través de ella se podía ver el cuarto de baño. La luz estaba encendida y había una sombra acercándose a mí. Intenté gritar, moverme, pero nada salió de mi cuerpo ni de mi garganta.
Esto se repitió un par de veces más hasta que abandonamos esa casa un año después.
No he vuelto a saber nada de la bruja. Espero no volver a saber nada de ella. Espero que no existiese ahora que he conseguido recordarla.

domingo, 28 de agosto de 2016

Inconexo.

Son casi las cinco de la madrugada.
Me estoy quedando sin batería en el portátil.
No tengo ganas de ir a por el cargador.
Tengo un poco de fatiga.
Sólo un poco.
Se me caen los párpados.
Llevo todo el mes durmiendo mal.
Malditos nervios.
Maldita ansiedad.
Maldita amargura.
Puta nostalgia.
Mi amigo está viendo Art Atack.
Me siento como si tuviera diez años.
Es lo que hacía yo a esta hora con esa edad.
Se me caen los párpados, de nuevo.
Mi gata me pisotea.
Me pide mimos.
Me lame.
Ella me quiere.
Joder si me quiere.
Creo que no he visto un amor tan verdadero en mucho tiempo.
Son las seis y media.
No sé cómo he acabado con una muñeca hinchable.
Cosas de la vida.
Tengo fotos con ella.
He decidido subir una con el título "Noche loca."
Mi gata sigue aquí.
Me pide mimos.
Maulla sobre mí.
Siete y media.
Me estoy durmiendo.
Mi amigo dibuja.
Cosas raras.
"Anatomía de un gato", es uno de sus dibujos.

miércoles, 10 de agosto de 2016

El cuaderno azul y sus designios.

Hace un año o así, a esta misma hora, estaba llorándola. Compadeciéndome a mí mismo por haberla perdido.
Hoy he mirado nuestras fotos, esas que guardo en El cuaderno azul, esas que están ahí, atesoradas y encerradas en sí mismas, huyendo de mí y de sí porque saben que solo pueden hacer daño. No me han hecho daño.
He sentido algo. Quizás fuera nostalgia. Quizás fuera tristeza. Pero era débil.
He dicho mil veces que "la he superado" y al final he llegado a la conclusión de que estas cosas no se superan, simplemente se dejan estar. Se olvidan de cierta forma pero siguen ahí, recordándonos todo lo ocurrido en cómo nos comportamos y quiénes somos.
Joder, cuatro de cuatro frases comenzaban con haches, ya era hora de empezar con una palabra bonita como lo es la palabra joder.
Como ya he dicho estas cosas jamás se dejan de lado ya que nos han marcado, nos han hecho ser como somos y nos guían hacia como seremos en un futuro. Maldita sea, damn, me gustaría olvidarlo todo pero entonces no estaría escribiendo esto. No habría escrito la mitad de las cosas de este blog ni estaría trabajando en el relato en el que llevo trabajando desde enero (ha estado para, en el tintero, esperando a que mi corazón necesitase retomarlo.)
Buenas noches.

viernes, 5 de agosto de 2016

La insoportable pérdida del ser en Ikea.

Hoy es jueves. Jueves día cuatro y joder, llevo todo el día con el cuerpo y el alma hechos mierda, todo por culpa de Ikea.
Todo empezó muy bonito aquel miércoles; llegamos a Ikea en un día de trabajo normal, soltamos el camión en el parking y comenzó la pérdida de nuestras almas.
Era todo extremadamente precioso hasta que nos topamos con los muebles que nos tocaría cargar, descargar y subir hasta la casa de alguien en algún piso sin ascensor, o con uno tan pequeño que no cabría nuestra carga.
Ikea, ¿por qué haces muebles de dos metros y medio? ¿POR QUÉ? Al menos pesan "poco", poco hasta que te das cuenta de que son doce cajas del mismo tamaño cuyo peso oscila entre los treinta y cincuenta kilos...y habrá que subirlos por unas escaleras.
Esto es rápido, sí, en una hora estaba todo listo. Ahora quedaba lo peor.
Nos perdimos por Ikea casi una hora, buscando la zona de Orden en casa, y allí estuvimos otra hora, buscando cuatro cestas de un tipo específico que dios sabría donde coño estarían, bueno, acabé descubriéndolo tras mirar más de dos docenas de cestas idénticas de las que solo cambiaba el código y quizás, sólo quizás un poco el tamaño.
AL FIN LO TENÍAMOS TODO, o no. Nos llamaron. Necesitábamos unos leds que buscamos durante apróximadamente dos horas. Me hice amigo de una de las chicas que están dando vueltas por allí y todo, Victoria se llamaba, que nos ayudó en nuestra infructuosa búsqueda para acabar yendo de la zona de iluminación a la de baños donde resultó que nuestros ansiados leds eran parte de un espejo que... TACHÁN, la única forma de conseguir los leds era comprar el espejo, no se vendían por separado. Todo a la mierda.
Salimos de allí. Cargamos la mercancía en el camión y esperamos durante otra hora mientras nos comíamos un perrito caliente de cincuenta céntimos a que nos hicieran los papeles del Free Tax.
Dos horas, de vuelta a la frontera con Gibraltar donde tuvimos que esperar alrededor de media hora a que nos gestionaran nuevos papeles para poder declarar el impuesto sobre el valor añadido (el Tax de toda la vida, y el IVA en España) sobre los muebles.
Pasado todo esto estábamos en aquel bonito lugar donde había que descargar los muebles: un edificio de cinco plantas de escaleras espaciosas (POR SUERTE) aunque más largas de lo común. Podría tener unos ocho pisos si fuesen escaleras normales, con razón necesitaban muebles de dos metros y medio de altos...
Una hora y media.
Una hora y media descargando muebles que al principio no pesaban y cuando íbamos por la mitad era como llevar media tonelada en brazos.
Quería morirme. Quería tumbarme en aquellas escaleras y caer hacia abajo rodando, a ver si así podía dejar de cargar muebles.
Al menos nos dio diez libras a cada uno de propina.

jueves, 4 de agosto de 2016

END - Capítulo IV - Parte 3.

Denian salió del edifico y siguió las huellas marcadas sobre la nieve de aquellos extraños hombres hasta el monstruo de hormigón en que habían decidido refugiarse.
Subió con cuidado y en silencio las estrechas escaleras que ascendían hasta que escuchó voces en la planta superior a la suya, en la décima.
Sonaban graves y enfadadas y él no conseguía entender lo que decían, parecían estar hablando en otro idioma.
Desenvainó su espada y subió los doce escalones que había hasta la planta superior.
Había tres puertas que posiblemente diesen a tres zonas distintas pero las voces venía de la del centro, la que había justo frente al chico pelirrojo.
Este acercó el oído a la madera podrida y rota y escuchó. Definitivamente hablaban en otro idioma o un dialecto muy distinto al suyo y que no conocía.
Denian giró el picaporte y entró de un salto en un pasillo alargado y en el que había decenas de trozos de madera tirados por los suelos, al fondo estaban los dos desconocidos con sus largos abrigos y sus máscaras de gas cubriéndoles el rostro.
Miraron al chico extrañados durante unos segundos y después uno de ellos metió la mano bajo su abrigo hasta que pasados unos segundos sacó un artilugio con forma de L y una especie de cilindro que parecía tener algo dentro. Accionó una especie de gatillo en lo que Denian tardaba en parpadear y presionó una pequeña palanca con el dedo que provocó una fuerte explosión que retumbó por todo el edifico e inundó aquel lugar con un fuerte olor a pólvora.
Denian cayó de rodillas apretándose el estómago y los dos enmascarados le dieron la espalda.
El chico estaba sangrando y sentía un enorme dolor que le hacía retorcerse pero aún así pudo oír como una puerta se abría y después se cerraba. Colocó una mano contra la pared y como pudo se puso en pie sin dejar de apretarse la herida.
Tenía algo dentro que parecía estar ahí, incrustado, así que puso su espalda contra el viejo hormigón que se comenzaba a convertir en polvo e introdujo sus dedos dentro de la abertura que había en su estómago.
Denian no pudo reprimir un grito de dolor cuando tocó algo de metal en su interior y comenzó a estirar hacia afuera. Un centímetro, dos centímetros, cuatro, seis, ocho, diez...doce...y por fin estaba fuera aquella pieza de metal amorfa.
No había tiempo para lamentarse ni curarse así que Denian envainó su espada y comenzó a arrastrarse por aquel pasillo hasta que llegó a una especie de sala de estar rectángular.
Había una mesa de metal y varias sillas a su alrededor. Sobre la mesita había dos botellas en las que parecía haber algún tipo de alcohol y en cuyas etiquetas se leía Heineken, justo al lado de estas había varios cigarrillos esparcidos y algunos apagados sobre una pieza de metal redonda.
A la derecha de Denian había una vieja puerta de madera verde con el picaporte dorado con algunos extraños símbolos dibujados en él, era por ahí por donde sus agresores habían huido.
El pelirrojo empuñó uno de sus cuchillos y cuando atravesó la puerta un gran haz de luz lo hizo retroceder.
Oscuridad.




Para los que os incorporéis ahora, recuerdo:
Ésta novela la comencé con motivo del NaNoWrimo y cuando llevaba unas 20.000 palabras la dejé ahí, en la estacada. No he vuelto a tocarla desde entonces, pero era y es una novela que uso para evadirme y escribir al boleo, con incongruencias incluso y seguiré haciéndolo apartir de ahora hasta terminarla y subiré una parte semanal, los jueves, hasta que me quede sin capítulos escritos o la acabe. También la subiré a Wattpad para los que prefiráis esa plataforma que tengo abandonada y cuando la termine definitivamente subiré un PDF con la novela completa al blog.
Disfrutadla sin buscarle mucho sentido, que es lo que hay que hacer con ella.
Añado:
Mi forma de escribir ha cambiado muchísimo, hace casi un año y además esta novela fue escrita sin cuidado, sin pulir, sin darle el cariño que merecía y espero algún día poder reescribir todo esto y darle el mimo que merece.
Aún queda mucho para que lleguemos a lo que escribí hace dos semanas, pero estoy deseando que lo veáis. 
PD: Espero poder traeros pronto algo en lo que estoy trabajando y que trato como a mi hijo predilecto, a ver si hay suerte y no pierdo la inspiración que tanto he esperado para retomarlo.



lunes, 1 de agosto de 2016

Mentiras.

A veces mentimos. A veces miento. Todos mentimos.
Mentir va de la mano con nuestro humanidad, con nuestro deseo de seguir vivos, con nuestro deseo de no perderla, con nuestro deseo de que se quede y no huya ante nosotros, ante nuestra verdadera humanidad.
Puede ser más o menos ético pero todos mentimos para huir de nosotros mismos aunque no sepamos que es una mentira. Todos huímos porque realmente nadie es como es, todos llevamos máscaras que esconden nuestro verdadero yo, todos nos hemos reprimido alguna vez por el "que dirán", todos hemos rehuido alguna vez una pelea, algún conflicto, por miedo a como pudiese acabar.
Todos hemos sido alguna vez el cobarde que se escuda tras la máscara aunque no sepamos cuánto o no queramos admitirlo.
Nadie es como cree ser o como los demás creen que es.
Las máscaras nos escudan y se esconden tanto en nosotros que pasan a ser parte de nuestra piel haciendo así que no podamos huir de ellas, haciendo que tengamos que conformarnos con lo que pasa.
Las mentiras son como el combustible de la humanidad, qué digo, son el combustible de la humanidad.
¿Quién es cómo cree ser y cómo los demás creen que es? ¿Quién no tiene un oscuro secreto que solo unos pocos, o quizás nadie, sabe?
Joder, yo tengo muchos. Yo no soy como todos creen, yo no soy como yo mismo creo.
A veces me sorprendo a mí mismo con cosas que nunca creí que haría, me sorprendo a mí mismo huyendo de conflictos que otras veces creía ganados, me sorprendo cayendo en el abismo.
Podría seguir escribiendo sobre la mentira y la inexistencia de la verdad, pero sería alargarme de más y no estamos aquí para eso.
Seguid mintiendo, seguid alimentando el mundo. La verdad como tal no existe.

miércoles, 27 de julio de 2016

END / Capítulo IV - Parte 2.

Los supervivientes llegaron dos días después.
El puesto comercial estaba situado en una de las antiguas ciudades, con sus casas altas y sólidas que tanto imponían a aquellos soldados aunque Jones las miró con una suave sonrisa. Parecía estar acostumbrado a aquellas cosas.
Recorrieron las calles pavimentadas durante algunos minutos, la nieve que había caído el día anterior les llegaba hasta los talones y cubría los viejos carros de guerra sin caballos.
Llegaron hasta un pequeño parque que había frente al mar, cerca de una construcción con el techo redondeado y que parecía de metal o algo similar.
En el mar, alrededor del extraño edificio había varias barcazas de pescadores que posiblemente habitarían por allí.
En el centro del parque había una gran fuerte con una estatua de alguien montando a caballo e izando una espada, alrededor de esta había varias tiendas improvisadas con telas y hogueras por todas partes.
Los niños corrían y algunos hombres tallaban mientras que las mujeres que constituían la mayor parte de la población de aquel campamento charlaban o hacían cualquier cosa con la que entretenerse.
Cuando los huidos entraron en su campo de visión echaron a correr hacia ellos y tanto Denian como Jones desmontaron de sus caballos.
El joven vio como una chica rubia corría hacia él y lo abrazaba con fuerza, era Hannah que sollozaba.
Todos se reunieron con sus familias excepto Jones que se quedó solo, mirando a todo el mundo.
Marie fue hasta Denian y lo saludó con un suave abrazo una vez Hannah se separó, después el chico se dio cuenta de lo que le ocurría a Jones y se acercó a él.
-Lo siento, amigo... -musitó-. ¿Sabes qué harás cuando lleguemos al otro continente?
Jones se quedó pensativo y acabó por abrazar al chico, se habían hecho muy amigos tras todo lo ocurrido y durante el viaje.
-No lo sé -dijo soltándose-. La verdad es que no lo sé, ¿y tú?
Denian sonrió y agarró su brazo con fuerza.
-Puedes venir con nosotros -miró a Hannah-. Conozco a alguien allí que nos dará...trabajo.
Dudó con la palabra trabajo ya que su conocido no era más que un traficante de poca monta que les haría desaparecer allí. Les daría identidades nuevas tanto a él como a la chica a cambio de que al menos uno trabajase para él, e incluso podría llegar a pagarles suficiente como para comprar una casa y vivir cómodamente.
Jones lo miró unos instantes, dudando entre si lo decía en serio o no y después lo abrazó de nuevo, esta vez tan fuerte que le cortó lo respiración.
-Sí, gracias, gracias, gracias...
Al cabo de un rato se soltaron y comenzaron a andar hacia el campamento, Hannah iba a su lado y Marie un poco más atrás con su abuela agarrada del brazo.
Las risas se hicieron en el campamento, como si nada hubiese pasado aquellos días, como si aquellos hombres y mujeres no hubiesen perdido sus antiguas vidas. Estaban felices y el alcohol corría gracias a los estibadores que se habían unido a la fiesta.
El violinista que había tocado noches atrás en la posada en la que se habían alojado seguía vivo y se subió sobre la estatua mientras tocaba hasta arriba de cerveza y vino, tanto que pasadas seis canciones se cayó de espaldas y no se mató porque algunos hombres tuvieron la rapidez de aguantarle.
Hannah y Maud, Marie y Denian compartían tienda, por eso tenían una de las más grandes del sitio y que por suerte estaba cerca de la de Jones.
La gente comenzó a acabar con la bebida y la mayoría acabaron quedándose dormidos aunque aún podían oírse algunas conversaciones y cánticos de borrachos fuera de la tienda.
Hannah se había quedado dormida y Maud estaba hablando con Jones, así que Marie y Denian estaban solos.
Ella fue hacia él y lo abrazó con mucho fuerza.
-Menos mal que no has muerto... -pidió-. Cuando huí y...y...te dejé allí pensé en que podrías haber muerto y...
No terminó la frase ya que rompió a llorar. El chico acarició su pelo caoba mientras la abrazaba y después se besaron.
Cuando el beso acabó ella se apartó y le agarró la mano.
-Quiero que veas algo, ¡ven conmigo! -pidió.
Ella tiró de él y este se dejó llevar.
Dejaron atrás el campamento y se internaron en las frías calles de la antigua ciudad. Al cabo de un rato se plantó frente a un gran edificio con todas las plantas abiertas y una gran verja metálica que cerraba la entrada.
Marie se acercó al viejo candado y lo abrió con facilidad, retiró la verja y entró mientras el chico la seguía.
Había grandes cristaleras de vidrio rotas al lado de cada tienda y sobre unos grandes portones de metal cerrados se leía 'Supermarket.'
Ella lo guió y lo hizo subir un par de escaleras, estaban en la tercera planta y aquel suelo parecía estar apunto de caerse.
Ella lo guió hasta la tercera puerta a la derecha y la abrió, dentro había un perro pequeño, parecía un pastor alemán, tendría unos tres meses y nada más ver a Marie corrió hacia ella, saltó en sus rodillas y comenzó a lamerla.
-Esto es lo que quería enseñarte -sonrió.
Marie se agachó y comenzó a acariciar al pequeño, después sacó un par de salchicas de uno de sus bolsillos y se la dio, este se la comió con ganas y después se fue hacia un montoncito de ropa que había tomado como su cama.
-¿Cómo se llama? -preguntó Denian.
La chica sonrió.
-Fuego -contestó-. Me recuerda a ti, que eres fuego puro así que...
Estuvieron un rato jugando con el animal antes de que ella le pidiese que le siguiese de nuevo.
Se dejó llevar y sin darse cuenta se dejaron la puerta del cuarto de Fuego abierto, casi sería buena idea, así tendría un poco más por donde jugar.
Volvieron a la primera planta y entraron una sala enorme y alargada en forma de L en la que había como media decena de colchones rotos y con los muelles por fuera y todo el relleno en el exterior, en el pasado posiblemente habría allí unos cien o doscientos colchones en un estado de conservación impoluto, tenía que ser una tienda o algo por el estilo.
Marie cogió una manta que había sobre una de las camas y la tiró al suelo, después empujó al chico con cuidado y lo tumbó sobre ella.
Ella se puso sobre él, con sus piernas abiertas como una horquilla entorno a su cintura y comenzó a besarlo. Aquello le causó una erección, echaba de menos el contacto con aquella chica y necesitaba liberar tensión.
Ella comenzó a quitarle la pechera y después él hizo lo mismo con su vestido, estaba vez la joven no llevaba absolutamente nada.
Ella le sacó el pene del pantalón y retrocedió un poco, se lo colocó entorno a los labios y lo comenzó a besar con mucho, mucho cuidado hasta que pasado un ratito se lo metió en la boca.
Denian sintió un placer inexplicable que le hizo estremecerse y cuando ella acabó de chupar su sexo el tenía ganas de más, pero no pudo manifestar su deseo porque ella ya estaba sobre él, saltando mientras la penetraba.
Él la agarraba de la cintura y la ayudaba hasta que se cansó de aquella postura y arqueó su espalda. Marie unió sus piernas en la espalda del chico y se agazapó ahí mientras que cada segundo hacia que este saliese y entrase de él.
El chico se puso en pie aún con ella enganchada a él y la llevó hasta la pared. La apoyó contra esta y comenzó a hacérselo ahí, mientras le besaba el cuello y se lo mordía dejándole sendas marcas.
Ambos acabaron casi a la vez, él pudo acabar fuera y ella soltó un fuerte gemido que recorrió todo el edificio como un potente trueno.
Volvieron a la manta y se tumbaron en ella, aún desnudos. Se dieron algunos besos hasta que Marie con su cabeza apoyada sobre el torso de este se decidió.
-Creo que te quiero -dijo-. Al principio sólo quería tener sexo contigo porque me pareciste guapo pero cuando estuviste en peligro... -musitó-. Es de esas cosas que se sienten cuando conoces a alguien, no lo sé. Casi no sé nada de ti, pero...
Él no la dejó decir nada más ya que la besó con suavidad y cariño y pasado un rato se separó de sus labios y la miró a los ojos.
-Yo también te quiero -contestó-. Yo también te quiero y tampoco sé como ha pasado.
Ambos se quedaron así, dormidos, y aquello estuvo en silencio hasta que un agudo ladrido los despertó.
Era el perrito que se había colado allí y tras su entrada, quizás unas horas después de esta, la puerta acabó por cerrarse por el viento o Dahla sabía qué, pero el animal ladraba en dirección al exterior y movía el rabo con nerviosismo como si fuera hubiese alguien.
Denian se despertó y agarró su espada, llevaba puestos los pantalones de cuero de su armadura y estos hicieron un suave sonido al rozar ambos muslos de camino a Fuego.
Denian acarició al perro para que no ladrase y no despertase a la chica y abrió la puerta.
El animal echó a correr y bajó hasta la planta baja, Denian lo siguió y cuando este giró la tercera esquina llegó hasta la verja metálica entreabierta.
Al fondo había dos figuras con largos abrigos negros que caminaban y justo cuando el cachorrito se dirigía hacia ellas Denian lo agarró y se escondió tras una columna.
Se fijo en sus máscaras, estaban hechas de retazos de cuero y donde habrían ido sus ojos llevaban unas grandes gafas cuyos cristales eran tan redondos como el culo de una botella de buen vino.
Siguieron andando y se internaron en un pequeño bloque de apartamentos que se podía ver desde la aventajada posición del pelirrojo.
¿Quiénes eran? ¿Qué hacían allí?
El chico corrió hacia la sala de los colchones y entró con el animal, cerró la puerta y se puso su armadura al completo.
Después despertó a Marie.
-He visto a alguien, voy a ir a investigarlo -le informó.
-Iré conti...
No hubo tiempo de respuesta, el chico negó y la besó.
-Te quedas aquí, no sé quiénes. Igual son pacíficos o yo que sé, pero no voy a dejar que te maten. ¿Tienes mi cuchillo?
Ella asintió y él salió de allí, dejándola con Fuego a merced de cualquier peligro.


Para los que os incorporéis ahora, recuerdo:
Ésta novela la comencé con motivo del NaNoWrimo y cuando llevaba unas 20.000 palabras la dejé ahí, en la estacada. No he vuelto a tocarla desde entonces, pero era y es una novela que uso para evadirme y escribir al boleo, con incongruencias incluso y seguiré haciéndolo apartir de ahora hasta terminarla y subiré una parte semanal, los jueves, hasta que me quede sin capítulos escritos o la acabe. También la subiré a Wattpad para los que prefiráis esa plataforma que tengo abandonada y cuando la termine definitivamente subiré un PDF con la novela completa al blog.
Disfrutadla sin buscarle mucho sentido, que es lo que hay que hacer con ella.
Añado:
Mi forma de escribir ha cambiado muchísimo, hace casi un año y además esta novela fue escrita sin cuidado, sin pulir, sin darle el cariño que merecía y espero algún día poder reescribir todo esto y darle el mimo que merece.
Aún queda mucho para que lleguemos a lo que escribí hace dos semanas, pero estoy deseando que lo veáis. 
PD: Espero poder traeros pronto algo en lo que estoy trabajando y que trato como a mi hijo predilecto, a ver si hay suerte y no pierdo la inspiración que tanto he esperado para retomarlo.


miércoles, 20 de julio de 2016

END - Capítulo IV - Parte 1

Alguien pegó en la puerta de la habitación de Denian con todas sus fuerzas y el mayor nerviosismo nunca visto.
Sin esperar la puerta se abrió y apareció Jones con un rostro que podía ser de miedo o de confusión.
-¡Están aquí y no hemos terminado la muralla! -exclamó.
Denian no había contado su plan en totalidad, la muralla no era más que una medida disuasoria. Era de madera y aquellos soldados la podrían quemar con facilidad y entrar en el pueblo en un par de horas.
Todo estarían atrapados por las llamas y aquello sería una carnicería muy fácil y sin ninguna posibilidad de vencer.
-¡Todo el que no vaya a luchar que se vaya del pueblo! -le ordenó Denian al oficial-. ¡Los que luchen que se escondan en sus casas y salgan a mi señal!
Jones salió corriendo con aquellas ordenes y Denian pudo ver desde su ventana mientras recogía su recreación y la metía en una bolsita que después se colocó en la cintura como este las transmitía.
Como poco el enemigo estaría a dos horas, no veía sus luces por ninguna parte y teniendo en cuenta que aún era de noche debería ver como mínimo sus antorchas entre los árboles.
El chico bajó las escaleras y se topó con Marie, que lo esperaba vestida con unos pantalones de raso negro y una camisa gris con algunas manchas.
-Vete con los demás -pidió Denian sin hacerle mucho caso.
Marie rió y después lo agarró del brazo para impedir que saliese de ahí.
-Voy a luchar -sonrió de oreja a oreja-. Es mi pueblo.
Denian asintió y le dio uno de sus cuchillos, el mismo que le había dado a Dwayn.
-Al menos hazlo con una buena arma -la miró-. Y saca a Hannah de aquí.
No hubo más palabras ni más sonrisas, Denian salió de allí y observó todo aquello.
Las murallas estaban casi terminadas, a excepción de la parte trasera que iba por la mitad y una de las secciones de su derecha que se había derrumbado por completo.
Montó en su caballo el cual encontró donde lo había dejado y comenzó a cabalgar.
Salió de la villa por el lado derecho, el que se había caído, y echó a correr en dirección al bosque, tirando por el camino principal durante unos quince minutos.
Oía pasos, trescientos hombres se tenían que ir de lejos. Escondió a la bestia y se internó entre los árboles, corriendo en dirección al ruido metálico.
Pudo ver sus antorchas y se subió a un árbol con cuidado mientras observaba marchar a las tropas del ya muerto danta.
Eran doscientos ochenta o así, al menos eso pudo contar el chico con aquella oscuridad.
Iban a un ritmo militar, en silencio con la esperanza de no alertar a los pueblerinos y cuando estuvieron a media hora de salir del bosque apagaron sus antorchas.
Denian volvió al pueblo a caballo y desmontó, Jones estaba esperándolo con inquietud, se restregaba las manos y miraba de un lado para otro.
Aún había gente en las calles, corriendo hacia sus casas o buscando a sus vecinos para idear estúpidos planes que no servirían de mucho.
-¿Cuántos son? -preguntó al verle llegar.
Denian miró seriamente a Jones.
-Trescientos, tu explorador no se equivocaba -miró al cielo y después al oficial-. Quiero a diez hombres cuanto antes, con antorchas.
Jones asintió y volvió a irse. Debería haber sido él quien le diese instrucciones a Denian pero aquel chico le inspiraba una confianza abrumadora y sabía que quizás él podría salvarlos. Además, aquel oficial no tenía ni idea de que hacer.
Al cabo de un par de minutos Denian tenía lo que quería y señaló las murallas mientras miraba a aquella cuadrilla.
-En cuanto los civiles salgan quemad las murallas -ordenó.
Jones se quedó sin saber que decir, no se esperaba aquello y por el caos y la confusión no fue capaz de replicar. En otras circunstancias le habría tachado de loco, suicida o incluso traidor, pero simplemente ordenó que obedecieran.
-El que no haya salido en media hora se quedará aquí.
Dijo aquello mientras observaba como una chica de pelo caoba con un cuchillo idénticos al suello en la mano salía de la villa acompañada de otra figura con un largo pelo rubio. Al final había hecho lo correcto.
-¡Vamos! ¡Ayudad a la evacuación! -gritó-. ¡Estarán aquí en una hora!
Era mentira, llegarían en muchísimo menos.
El chico escaló hasta una de las casas que había pegadas a la parte delantera de la muralla y observó.
Vio los reflejos de la luna en las espadas de sus enemigos y ordenó que comenzaran con la quema.
Los soldados que había a la salida del bosque parecieron retroceder un instante pero después siguieron andando.
Denian miró atrás, a excepción de la cuadrilla de incendiario y Jones no había nadie ahí. Todos estaban escondidos en sus casas o en los barracones.
El viejo oficial llevaba un cuerno de llamada colgado al cuello que tocaría en cuanto Denian se lo ordenase.
Los enemigos se acercaban, un kilómetros, ochocientos metros, seiscientos, quinientos, trescientos, doscientos, cien... Denian los tenía apunto.
Varios arqueros se dieron cuenta de su presencia en aquel tejado pero fue demasiado tarde.
El joven pelirrojo había sacado varios viales de vidrio que contenían un líquido rojo en su interior y comenzó a lanzarlos hacia las tropas que marchaban en forma rectángular con sus escudos. Pretendían crear un caparazón con ellos, como el de una tortuga, para evitar los ataques del enemigo pero jamás se habrían esperado aquello.
Seis viales que viajaban directos hacia ellos.
Impactaron y donde cayó cada uno una gran explosión se produjo y envolvió en fuego a aquellos hombres que comenzaron a gritar y a tirarse por el suelo.
El caos se apoderó de aquello y rápidamente Jones escaló hasta la posición del chico para ver que había ocurrido.
No tuvo palabras para lo que veía mientras se tapaba la boca y la nariz con la mano a causa del olor a carne quemada y muerte.
La formación de los hombres del danta se rompió y todos ellos corrieron confusos hacia delante, rodeando la villa.
Denian hizo la seña y Jones tocó el cuerno.
Todos comenzaron a salir de sus casas cuando algunos enemigos comenzaban a entrar por el flanco derecho en busca de un sitio donde protegerse de los futuros ataques de ese estilo ya que esperaban que ahí dentro no se produjesen por temor a quemar las casas.
La mitad entró antes de que sonara el cuerno así que al no ver a nadie se sintieron tranquilos, al menos hasta que aquel gutural sonido se produjo y todo el mundo salió de sus hogares blandiendo desde palos y hazadas hasta viejas espadas llenas de herrumbre.
Fue una carnicería. Algunos fueron lo suficientemente rápidos para desenvainar y acabar con un par de villanos pero con la moral mermada y el factor sorpresa pronto más de la mitad cayó.
En aquel lugar una armadura destacaba entre todas. Era en su totalidad de acero y el dueño de esta llevaba a la espalda la capa roja característica de aquellos hombres con una gran X dorada graba en ella designándolo como comandante de, al menos, aquellos trescientos hombres.
Jones hizo amago de ir a por él ya que su espada se movía con la rapidez y letalidad de un aguijón pero Denian lo detuvo.
-Es mío -dijo.
El joven pelirrojo saltó del tejado y corrió hacia el lugar.
Aquel oficial estaba rodeado de cadáveres, tanto de los suyos como de los campesinos y cuando vio a Denian con aquella armadura sonrió.
Tenía una barba espesa aunque corta y bajo su casco se podía ver como el pelo le caía en cascada. Sus ojos eran negros como la noche, o ese era el efecto que le daban las llamas al reflejarse en ellos.
Era hora de probar su nueva espada.
El chico desenvainó y paró el primer ataque que iba rápido y directo a su garganta. Lo devolvió y fue bloqueado. Estocada, paso a la derecha, estocada, estocada, paso a la derecha.
Los golpes de ambos eran siempre parados por el otro, como si se tratase de un duelo de esgrima o cualquier otra representación del arte de la lucha.
El pelirrojo miró a su contrincante a los ojos y después lanzó un golpe que hizo vibrar sus espadas y desconcertó al oficial ya que iba hacia el vacío. Aquello le dio tiempo a Denian para coger el cuchillo que tenía pegado al costado derecho y lanzárselo a su enemigo justo en frente, atrevesándole el cráneo y acabando con su vida.
El de la armadura de calidad se desplomó y los pocos hombres de su escuadron que quedaban con vida miraron aquello con miedo, después echaron a correr. Se batían en retirada.
Denian recogió su cuchillo y después montó en el primer caballo que vio para perseguir a los huidos, no quería dejar a nadie con vida.
Había usado inventos de la orden y aquello haría que supiesen que seguía con vida, y además traicionándolos.
Era inútil, habrían huidos unos diez en direcciones distintas y aquello era materialmente imposible, pero habían vencido.
Cuando volvió a la villa no quedaban más que cenizas del trabajo de un día y la madera de medio bosque pero se podían oír gritos de alegría y vítores.
Denian vio a Jones con una antorcha sobre un tejado hablando a voz en grito y decidió cabalgar hasta allí, aquella aún no había acabado.
-...ahora somos libres! ¡Hemos acabado con un enemigo más poderoso que noso...!
Denian lo interrumpió, no podía dejarle que siguiese con aquello, no podía dejar que siguiese dándole esperanzas a sus hombres de algo que no ocurriría.
-¡Coged los carros disponibles y llenadlos de vuestros bienes! -bramó este-. ¡Vamos a incendiar el pueblo y a reunirnos con los civiles!
La gente empezó a abuchearle pero pasados unos segundos parecieron entenderlo todo y agacharon la cabeza. Jones bajó del tejado y abrazó al chico, estaba llorando.
-Gracias... -musitó.
Cuando el sol comenzaba a salir todos estaban listos para abandonar aquel lugar y lo hicieron marchando tras Denian y su oficial de batalla. Iban en orden y todos con sus carros cargados hasta arriba, algunos eran arrastrados por mulas o caballos y otros por ellos mismos.
Los civiles habían sido enviados a un puerto cercano, era un puesto comercial en el que una vez a la semana llegaba un barco de tamaño medio de mercancías a abastecer su pueblo y los otros dos cercanos y después se iba vacío. Ellos iban a volver en ese barco hasta el otro continente costase lo que costase, iban a estar a salvo en la otra orilla, junto a la capital y a las tropas imperiales.
Fueron enviados dos mensajeros, uno a cada pueblo, ordenando la evacuación inmediata de estos si querían seguir con vida y contándoles el plan de los barcos, no podían (o quizás no querían) dejar a nadie atrás.


Para los que os incorporéis ahora, recuerdo:
Ésta novela la comencé con motivo del NaNoWrimo y cuando llevaba unas 20.000 palabras la dejé ahí, en la estacada. No he vuelto a tocarla desde entonces, pero era y es una novela que uso para evadirme y escribir al boleo, con incongruencias incluso y seguiré haciéndolo apartir de ahora hasta terminarla y subiré una parte semanal, los jueves, hasta que me quede sin capítulos escritos o la acabe. También la subiré a Wattpad para los que prefiráis esa plataforma que tengo abandonada y cuando la termine definitivamente subiré un PDF con la novela completa al blog.
Disfrutadla sin buscarle mucho sentido, que es lo que hay que hacer con ella.
Añado:
Mi forma de escribir ha cambiado muchísimo, hace casi un año y además esta novela fue escrita sin cuidado, sin pulir, sin darle el cariño que merecía y espero algún día poder reescribir todo esto y darle el mimo que merece.
Aún queda mucho para que lleguemos a lo que escribí hace dos semanas, pero estoy deseando que lo veáis. 
PD: Espero poder traeros pronto algo en lo que estoy trabajando y que trato como a mi hijo predilecto, a ver si hay suerte y no pierdo la inspiración que tanto he esperado para retomarlo.


jueves, 7 de julio de 2016

Beatriz

-¡Huye!
Eso fue lo que oyó antes de salir galopando por los portones de una Florencia que comenzaba a cerrarse a su espalda, exiliándolo.
El caballo cayó exhausto y no había ninguna casa de postas cercana, así que le tocaba caminar.
Anduvo entre los bosques durante horas, quizás días ya que tuvo que echar un par de sueños gracias a que se hallaba exhausto.
Lo habían desterrado; desterrado de su propia ciudad por batirse en duelo con el hombre que rivalizaba con él por el amor de su amada.
El aroma a especias inundaba el mercado mientras que los aceros entrechocando rompían un silencio entre la muchedumbre tan tenso como la cuerda de un violín y de vez en cuando un alarido de los dos hombres que se batían provocaba el asombro del público.
El sudor acompañaba a las especias y más tarde se unió al cuadro la sangre, la sangre del contrincante de Leonardo, el ahora exiliado.
Recordó aquellos instantes y recordó los bellos ojos verdes de Beatriz, aquellos que eran el amazonas reducido a un par de piedras rúnicas de una belleza inigualable.
Recordó su sonrisa, aquella que provocaba que se le cerrase ligeramente el ojo izquierdo y dejaba al descubierto aquel pequeño colmillo del mismo lado.
Recordó sus caricias, aquellas que lo estremecían y le ponían la piel de gallina. Habría dado cualquier cosa por otra caricia así.
Y por último recordó su pelo, largo y rubio, hecho de hebras de oro que relucían como los rayos del sol y le hacían cosquillas en la cara cuando lo besaba.
Todo aquello fue lo que recordó mientras yacía tendido sobre la hierba teñida de sangre con aquellos guardias rodeándole, riendo y celebrando su éxito.
En aquel momento comprendió que el amor podía matar, pero al menos seguía dándole la vida después de todo. Había merecido la pena.